Cuando uno tropieza, tropieza. Y querer salir airoso sin que se note, intentando borrar el pasado, apelando al otrora famoso “denlo por no dicho”, no hace más que poner de manifiesto la dureza del golpe.
En base a un “rumor” el president Maragall acusó, en el Parlament, a la oposición de cobrar un 3% en comisiones por las adjudicaciones mientras estuvieron dirigiendo el ejecutivo catalán. Así, sin pruebas. Y trató posteriormente de quedar por encima cuando, en la rectificación, dijo que lo hacía para que pudiese llegar a buen puerto su proyecto estrella, el nuevo Estatut. Es decir, de alguna forma dejaba en el aire la idea de que el rumor conducía a una noticia –puesto que parte de una persona, en teoría muy bien informada, y corroborado al día siguiente por alguno de sus Consellers ante todo el que les quería oir. Si éste hubiese sido el error de un recién llegado a la política, se podría llegar a entender, pero no es el caso.
Lo que más sorprende de cualquier manera, es que haya salido de la boca de una persona que ha tenido que vivir, y posiblemente sufrir, con la carga del “otro gran rumor” de la vida política catalana, y que le ha afectado a él directamente durante años.
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