22.2.05

La envidia

Cuánto mal ha hecho la envidia en nuestra sociedad!

Ambicionar lo que tiene el otro, no aceptar el triunfo ajeno –ni siquiera algo que le pueda beneficiar de alguna manera aunque sea indirecta- y buscar por todos los medios no ya superar al rival, sino intentar su caída hasta lo más profundo del pozo del fracaso, es a lo que nos ha llevado la explosiva mezcla que representa este instinto natural y nuestra actual forma de vida, aderezado con otra de nuestras creencias innatas, que nadie es tan capaz y tan perfecto como uno mismo.

Es curioso ver cómo el ser humano es capaz de disfrutar con la desgracia ajena y cómo se le revuelven los higadillos ante la felicidad de sus semejantes, y quizás por ello seamos tan proclives a buscar defectos en los demás, a tratar de encontrar debilidades en el resto y a no valorar con objetividad las virtudes de un rival. Y para ello no existen límites, se acusa, se insulta, se difama y lo que es peor, se miente con el objetivo de transformar esa mentira en verdad y que la verdad se olvide.

Me viene a la cabeza aquel cuento de un envidioso que se encontró con una lámpara maravillosa, y tras frotarla el genio le concedió un deseo, con la única condición de que, aquello que solicitase, se lo concedería también a su vecino, multiplicado por dos. ¿sabéis lo que pidió? Que le sacasen un ojo.

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